martes, 19 de febrero de 2008

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Rafael de Cózar
Con-cierto visual sentido

He logrado recobrar el pulso,

arreglé mi boca tras los últimos besos,

eliminé mi barba y las ojeras,

enderecé los perfiles de mi atuendo,

logré modular de nuevo el tono de mi voz,

he ordenado que cierren las heridas

y que un nuevo gesto de paz me represente,

que sigan adelante aquellos rumbos

marcados también por la costumbre...

pero siguen estando ahí sus ojos sin fin

presidiendo mis noches

y todos los rincones de mi instinto.


Imagen: Clavando libros en los árboles. Mike Moran


viernes, 8 de febrero de 2008

LA FIERA

Hoy me encuentro tigre de tristeza
y lo digo por el sigilo con que me llega
a través de la maleza nocturna de los sueños
cuando siento la oscura fiereza de sus colmillos,
sobre la piel desnuda de la memoria:
tristeza tan tigre, felina tristeza
que abarca con sus fauces mi cabeza.

O, tal vez,
tristeza extensa Boa Constrictor
abrazándome el cuello con sus anillos
a modo de collar firme y estricto,
de gargantilla, o de húmeda estola.
Hay días en que parece que me ahoga
y que las venas nos hacen huelga
y que uno piensa si la pena merece la pena
y seguir dándole cuerda al reloj en esta jungla
sin lianas salvadoras, sin manzanas y sin mi Eva.

Los días así, de nostalgia sin ella
en sus manos encomiendo mi tristeza
y en oración solemne yo le pido:
Caóbame las venas y que tenga frío
al menos por un momento.
Tardéame el sentimiento
y que vuelva a sentir el luto de la noche
tachando los ecos de aquel tiempo
en que yo vivía de safari por tu cuerpo.
Hospédame entero en tu cálida bodega,
entre las dunas paralelas de tus dedos
y en la marina cálida de tu boca.
Abrázame, liquéname, caimáname,
hiéname y serpentéame en tus brazos,
quebrantahuésame la médula
y fagocítame todas las neuronas
hasta el límite de la conciencia.
Entúbame luego firmemente al suero de tu voz,
hospitalízame de urgencias
y amortájame al fin este cansancio
que me va venciendo
apenas iniciado el dintel de la madurez.

Más si no puedes venir en misión de salvamento
a las nocturnas sábanas de mi selva,
o no quieres acceder a lo que pido,
o te asustan las serpientes en la rama,
o si te dan miedo los tigres en la cama
y mi dolor que escondo en la maleza,
ordéñame al menos por carta esta tristeza
que me gotean los enormes rebaños extendidos
en las extensas planicies de la memoria,
o mándame un email contándome tu historia,
las nuevas golondrinas,
las verdes madreselvas,
y los nidos que en tu balcón
volvieron a colgar los sueños.


Tigre tristeza
Rafael de Cózar

Hombre leyendo. Pedro Cardona